» se avecina una tormenta».

20 mayo, 2013 at 6:11

Mi reflexión de hoy.
Queridos amigos, amigas y confidentes.
Ayer se fue un amigo mío para Cuba, y como se me ofreció a llevarme algo si quería y sin ningún compromiso, le hice un paquetito a Tomás y su familia a los que conocí casualmente en el centro de Cuba.
En uno de mis viajes que realice a Cuba, estaba en la Habana y tanto el noticiero como todos los habaneros decían que entraría un frente frío y una que se acecinaba una tormenta por la isla y que se esperaba sería fuerte. Yo ya tenía todo preparado para irme hacia el centro de la isla y por más que el Presidente de la Asociación Canaria me pidió que no fuera, yo no hice el menor caso y me aventuré a la carretera.
Cuando tomé las ocho vías ( así se llama la carretera que une parte de Cuba y que en la época de la guerra fría también servía de aeródromo) me paró la policía para decirme que se esperaba una tormenta y que no era aconsejable tomar esa vía. Yo, para que me dejaran tranquilo les dije que me quedaba en Jaguay Grande que estaba a unos kilómetros.
Seguí mi camino y ya, cuando estaba entrando en Villa Clara empezó a llover pero yo seguí pensando que era de estas lluvias tropicales que no tardarían en calmarse. En Cuba de repente llueve a cántaros y a los diez minutos cesa y sale un sol inclemente » pa más calor» como dicen los cubanos.
Ya cuando salí de Sancti Spiritus. Arreció la tormenta y yo empecé a preocuparme. Se encapotó el cielo de un color gris tirando a negro. Empezó a relampaguear de una manera inclemente y ya, llegando a Majagua ( centro de Cuba) tuve que detener el coche porque era tanta el agua, los truenos, el viento y los relámpagos que me eché a un lado de la vía y eran ríos de agua. Justo debajo de unas palmeras detuve el coche.
De repente apareció Tomás montado en un potro haciéndome señas y aspavientos para que saliera urgentemente de allí. Yo como Dios me ayudó salí del coche y me dijo que me fuera urgentemente de allí y que lo siguiera que estaba en peligro.
Lo seguí a 20 por hora hasta que llegue a una casa muy humilde y a señas me dijo que me bajara. Cuando pude llegar a la entrada de su casa me dijo que si estaba loco, que como se me ocurría detener el coche debajo de ese palmeral cuando un rayo podía carbonizarme. Que además podían haber crecidas en la balsa que tenía a mis pies. Yo no daba crédito a lo que me estaba pasando y me acordaba del Presidente de la Casa Canaria.
Tomás me dijo que era imposible con ese tiempo continuar con el viaje por lo que me invitaba a hacer noche en su casa. En la casa vivía Tomás, Cecilia y una hija.
Una vez nos pusimos cómodos, Tomás y Cecilia me contaron que eran ellos y tres hijos. Dos varones que estaban » fuera» ( los Cubanos para referirse a los que están en Estados Unidos dicen que están fuera) y la hembra con el nieto que vivían en su casa. Me contó toda su historia pero lo más emocionante fue cuando le dije que era de Canarias y me saca la foto de su padre ya fallecido que era de Tijarafe en la isla de La Palma.
No me pregunten como pero, sin luz y con todos los apaños que pudieron hicieron una cena digna del mejor gourmet. Arroz blanco, yuca frita, frijoles negros, una carne jamonada con una salsa de tomate y yo saqué de la maleta del coche unas botellas de vino que eran para otras personas, turrones y creo que unos chocolates.
Se unieron unos vecinos y al final, entre truenos, relámpagos y lluvia parecía que nos conociéramos de toda la vida.
Hablamos de mil historias, me preguntaban de todo. Parecía como si yo hubiese sido una aparición cuando realmente fue al revés. Tomás fue una auténtica aparición.
Y seguimos hablando hasta que a mi el sueño me venció. Cecilia me dijo que dormiría en la habitación de los hijos que estaban » fuera» Lenin y Carlos Ernesto. La habitación estaba tal cual la dejaron ellos. Un dormitorio totalmente rural, humilde pero yo tenía tanto sueño que me fui quedando dormido con el sonido de la lluvia en las planchas de zinc.
Al siguiente día me despertó un olor penetrante a café recién hecho y ya me levanté. Estaban todos en la cocina que no estaba en la casa sino en un habitáculo aparte con un patio de por medio. Me dijeron que Tomás había ido a buscar un puerco para almorzar y yo les dije que me tenía que ir. » oiga caballero, que usted no le puede hacer eso a Tomás » me dijo Cecilia.
Otro vecino cogió su caballo y fue a buscar ron y refrescos y yo me fui a casa de otra vecina para que me dejara llamar por teléfono a la Habana para que no se preocuparan. Me dijo que no había línea por lo que decidí irme después de comer.
Nos despedimos y recuerdo que me dieron guayabas para el camino. Pero realmente ya estaba a 20 kilómetros porque me dirigía a Morón.
Cuando llegué a Morón estaban todos los canarios esperándome y muy preocupados porque » no sabían nada de mi» y tenían noticias que había salido de La Habana.
Cuando hice el viaje de vuelta, ya sin temporal, me detuve en casa de Tomás y de Cecilia para agradecerles todo lo que habían hecho y en algunos viajes más me detuve en su casa.
Hoy, de vez en cuando nos enviamos Correos electrónicos a la dirección de su hija Bárbara. El 15 de agosto llamo a Tomás para felicitarle por su cumpleaños y también los llamo en fin de año.
Cuando puedo les mando un paquetito con » turrón de Jijona». Bárbara la hija leyó la noche de la tormenta el paquete y dijo » mira mami, turrón de Jijona España.».

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