El día que murieron los gusanos de seda .
ME LO CONTARON EL ESTAMBUL ( 4)
Érase una vez un señor muy poderoso que pensaba que el poder era eterno, era infinito, era vital.
Este señor poderoso tenía un gran emporio en el sector textil en la ciudad Turca de Bursa, y se le conocía en toda Turquia y en el Oriente Medio como » el Rey de la seda». Esto sucedió hace siglos.
El señor era bastante despiadado, autoritario, nada compasivo. Hombres y mujeres le temían solo de verle entrar por la puerta. «Sobre todo le temían las mujeres.»
La mayor afición de este hombre malvado era hacer » montones de billetes» y se podía pasar horas observándolo con los ojos enfermos de codicia. La familia lo detestaba.
En las fábricas se trabajaba incansablemente en condiciones infrahumanas muchísimas veces, y este señor, desde lo alto, miraba y azuzaba a los encargados para que las hilanderas de la fábrica y los telares no pararan nunca a costa de lo que fuese. Todo era manual con esfuerzo físico y jornadas de más de 15 horas de trabajo.
Una vez, una mujer humilde llegó tarde a la fabrica porque su hijo de apenas dos años estaba bastante enfermo. El señor sin compasión la expulsó de malas maneras casi a empujones.
Ya la señora en la calle miró al cielo y pidió clemencia, justicia.
Y el Dios en el que ella creía la escuchó.
Ese mismo año, le empezaron los males a este malvado señor. El árbol de que da la mora y donde se alimentan los gusanos de seda comenzaban a secarse de un día para otro. A los gusanos de seda les entró una enfermedad que evitaban convertirse en crisálidas y en capullos con ese color dorado de donde extraer la seda. Las crisálidas no se podían convertir en mariposas y ocurrió lo mas terrible. Desapareció la seda.
El hombre vio como algo tan sencillo como la desaparición de las crisálidas hacia que también desapareciesen sus grandes y horribles telares y desaparecieron como por arte de magia todas sus posesiones y toda su fortuna.
Los hijos del malvado señor lo aborrecieron y cuentan que el señor sigue aun queriendo tener un protagonismo que los gusanos de seda y los hijos de un dios mayor se han encargado de que las crisálidas lo aborrezcan.
A La señora que este tirano expulsó de la fábrica se le aprecio una noche en sueños un ángel blanco con unas semillas en la mano y le dio indicaciones que acudiese al hijo bueno del malvado tirano y le entregará unas semillas que le dejó en el frío suelo de la humilde casa de un barrio pobre de lo que es hoy en día la ciudad de Bursa. Esta historia sucedió hace muchos siglos atrás.
La señora hizo lo que el » ángel aparecido» le indicó y le entregó las semillas al buen hijo del malvado señor.
El joven hijo cumplió lo que la señora le indicó y sembró muchos campos de esa semilla que vio como empezaban a creer.
Una mañana de fina lluvia se asomó a la ventana y divisó a los lejos miles y miles de copos blancos que salían de las plantas que con mucha fe habían sembrado y que era tantos los copos, que parecía que los campos se habían nevado.
Se produjo el gran milagro. Nació la planta del algodón .
Las fábricas comenzaron a trabajar nuevamente y sustituyeron las crisálidas de la seda por aquella planta maravillosa del color del maná de que caía en el desierto según el antiguo testamento.
Los gusanos de seda volvieron a recuperarse de aquella terrible epidemia, la antigua ruta de la seda se volvió a abrir, lo ultimo que se supo del señor malvado es que se le escuchaba » hablando solo por las calles » . El buen hijo tomó el control de las fábricas que ahora eran de seda y algodón, la señora expulsada se convirtió en la madre y guardiana de la justicia en las fábricas, el hijo de la señora que enfermó fue un gran investigador y hoy, del algodón, de ese copo blanco, se viste casi todo el mundo.
En la vida, a veces los gusanos no se convierten en crisálidas pero siempre hay alguien que nos ayuda a encontrar una solución.
En la vida, a veces aparecen Angeles que destierran el mal de los telares del mundo.
Feliz sábado amigos y amigas.