Sala de Espera 16D.

6 septiembre, 2013 at 5:06

Queridos amigos y amigas.
Una vez reflexioné sobre los aeropuertos y el mágico influjo que producen en mi. Cuando llego a un aeropuerto siempre empiezo a vivir historias imaginarias de las personas que lo transitan. No puedo evitarlo. Me las imagino y visualizo sus vivencias que para mi llegan a ser reales.
En estos días, tuve que usar un importante aeropuerto y me senté a ver desfilar las personas rumbo a sus puertas de embarque. Yo llegué con tiempo de antelación para poder convertirme en observador del terminal.
Primero observé a la pareja que viaja después de unas vacaciones y que van absortos en sus pensamientos, cómodos de equipaje y con la nostalgia de los días que vivieron y que no les toca más remedio que volver a enfrentarse a la realidad. Casi ni se miran, casi ni se tocan.
Después observe a la señora que dormita frente a mi con cara agotada y bebiendo una bebida isotonica. Me la imagino viniendo de un viaje muy largo y que todavía le faltan por tomar dos aviones hasta llegar a su destino.
También esperaba un joven treintañero con gafas de pasta, camisa a rayas y zapatos mocasines. Ese joven moderno/clásico y aventurero que quiere emprender mucho más allá de su tierra. Habló por teléfono al lado mío con acento español de lo más castizo. También podría ser que estuviese estudiando un Master en una importante universidad.
Observo con detenimiento y sin que se de cuenta al emigrante de mi izquierda. Él también es emprendedor pero sin cursos formativos. Es un emprendedor por necesidad, es una persona que lleva los pensamientos de su tierra, los pensamientos de dejar a los suyos y de desear volver cuanto antes. Mira hacia un punto indefinido y aprieta su equipaje de mano donde, seguramente, lleva recuerdos de sus seres queridos.
Un poco mas allá, en la segunda fila frente a mi, dos señoras mayores dialogan afablemente. Desconozco si se conocieron en la sala de espera de la puerta 16 pero parece que se conocieran de toda la vida. A veces, sus risas, son en centro de atención de las personas más cercanas en esta sala de espera.
Analizo y casi todas las caras son serias y circunspectas. Menos la de las dos señoras que charlan amigablemente, que bien podría ser de recetas de cocina o de el próximo día de Acción de Gracias. Las señoras son un oasis se felicidad en medio de tanta » cara circunspecta».
Algunos manejan Ipad y casi todos miran hacia el suelo. Y no es precisamente hacia el suelo, es una mirada dirigida a su IPhone o su androix. Miran y agotan el tiempo hasta que llaman el vuelo. Se despegan del teléfono con cierta tristeza como si nunca más fuesen a utilizarlo. Lo miran y lo guardan.
La Fashion no puede faltar en la sala de espera de la puerta D16. No estaría completa la sala. Ella lleva un tacón Nina West, pantalón ceñido, cinturón maravilloso haciendo juego, blusa naranja marca » abercombrie» y unas gafas oscuras que le tapan casi toda la cara. Por supuesto su único accesorio para subirse al avión es un Mega bolso fantástico y su iPad. No llega al extremo de viajar con la mascota pero se nota a leguas que es una Fashion auténtica. Eso se nota. No hay nada peor que una pseudo-fashion. Al final, con tal de llamar la atención, son capaces de derramar el bolso por el suelo o de montar algún número en la puerta de embarque. Desde luego, la joven no pasa desapercibida en medio de la sala. Es discreta, natural, segura, distante.
Llaman al vuelo. Salen primero los apurados, los que tienen prisa ( nunca lo he entendido) , después estamos los de un término medio y finalmente están las personas que disfrutan de las tiendas del aeropuerto como si fuese un centro comercial y que son los últimos en embarcar.
Los que viajamos solos, siempre, en la cola, hacemos cábalas de quien nos puede tocar al lado en el vuelo y, por supuesto, nunca acertamos. Mira por donde, esta vez si acerté. Me tocó al lado una de las dos señoras, por lo que desprendí que se conocieron en ese momento en la sala de embarque.
Así paso a veces las horas de espera en el aeropuerto. Me vuelvo observador de terminal. Me alimento de historias que imagino y que, algunas, podrían ser verdad.
Definitivamente, muchas veces nuestra vida se convierte en una » sala de espera» donde nos imaginamos historias que unas se hacen realidad y la mayoría solo quedan en nuestra imaginación.
Un saludo amigos y amigas. Feliz viernes y que seamos felices en nuestras » particulares» salas de espera.

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