El galgo que más corre a veces no es el que primero llega.

29 mayo, 2013 at 6:18

Mi reflexión de hoy.
Una vez me contaron una historia de unos galgos. Habían varios galgos en unas praderas verdes y de repente a dos de ellos les entró mucha sed.
Se lanzaron a la carrera enorme para ver quien era el que primero llegaba. Evidentemente. Había un galgo que corría más que otro.
El galgo que corría más, miraba hacia atrás y se reía despiadadamente del otro galgo que seguía manteniendo la elegancia pero que los años le hacían mella a la hora de correr.
El galgo más joven miraba de reojo y se reía por dentro sabiendo que jamás le alcanzaría su compañero. » nunca me alcanzará en la vida, jamás logrará darme alcance».
El galgo que iba detrás tenía que administrar sus fuerzas pero tenía la experiencia de conocer el camino hasta el río. Conocía perfectamente, las subidas, las bajadas, los lugares escarpados, la llanura y la distancia y los peligros.
El galgo más joven llegó un momento que la soberbia le pudo. Apretó al máximo su potencial y dejó al galgo mayor bastante más atrás hasta perderlo de vista. El galgo se reía e incluso llegó hasta pensar que el otro galgo jamás llegaría.
El galgo mayor no hizo caso al reto y siguió haciendo su camino al ritmo de sus años, al ritmo de sus fuerzas y al ritmo de la vida. Incluso miraba al cielo y daba gracias porque todavía podía correr.
Justo cuando el galgo joven había recorrido las tres cuartas partes del camino le sucedió la mayor de las desgracias. Un cepo que había puesto un cazador para atrapar lobos le pilló una de sus patas y quedó atrapado. Al galgo joven se le vino el mundo abajo y pensó: tanto correr para morir en la orilla del río.
El galgo mayor que venía a su ritmo pasó al lado de él y vio a su compañero llorando amargamente. Se detuvo y después de tranquilizarlo empezó a intentar abrir el cepo con los dientes. Tanto esfuerzo hizo el galgo mayor que se dejó todos los dientes en el intento para poder salvar a su compañero.
Los cazadores que escucharon los lastimeros ladridos de los dos galgos, acudieron y al ver que no eran lobos soltaron al galgo que malherido de su pata continuó el camino al mismo ritmo de su compañero mayor.
Cuando llegaron al río se produjo un milagro. El galgo de más experiencia lo llevó a un lugar donde el agua tenía poderes mágicos y así fue. El galgo joven metió la pata en aquella agua sulfurosa e imantada y se le curó la pata sin dejar rastro de la profunda herida.
El galgo mayor miró al cielo cuando ya era de noche y le agradeció a la estrella donde van todos los galgos cuando mueren que le hubiese concedido esa petición.
Por eso, amigos y amigas, en la vida, muchas veces «el galgo que más corre no es el que primero llega».
Feliz miércoles solidario amigos y amigas.

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