El camión de mi padre.

15 febrero, 2013 at 7:07

Mi reflexión de hoy. Hace unos días, en Radio Club, escuché a uno de los personajes de Juan Luis Calero » el mágico» y el afable Juan Carlos Castañeda decir que todo el que tenía un camión estaba asegurado. La verdad, que el comentario, que lo he escuchado varias veces ,me lleva a la reflexión de hoy.
Mi padre tenía un camión marca OM en Vallehermoso allá por los principios de los años 70, y ciertamente, entre el camión de mi padre y la venta de mi madre fuimos escapando de manera humilde pero muy felices.
El camión de mi padre era todo un acontecimiento. Formaba parte de la familia y siempre lo mirábamos entre una mezcla de respeto y orgullo. Ese camión nos dio muchas alegrías. El camión puso los postes de los primeros teléfonos en muchos lugares de La Gomera, el camión cargaba y descargaba revuelto, el camión buscaba Pinocha en el monte, el camión daba viajes de tomates desde la empaquetadora de Don Orencio en Alojera hasta San Sebastián. Muchas veces hasta dos veces al día. El camión era el fiel compañero de mi padre. Cuando hacia mal tiempo mi madre se ponía muy nerviosa y hasta que no llegaba mi padre con el camión no se tranquilizaba. En algunos inviernos, el camión se quedó enterrado en esas carreteras de la Gomera por el fango y la lluvia, pero siempre, el camión salió a flote.
Para nosotros, subirnos en el camión y salir con mi padre a algunos sitios era el mejor de los regalos. Es cierto que mi hermano iba más que yo porque mi relación con el camión, tengo que reconocer que era un poco de » amor odio» y les voy a explicar el porque.
Mi padre nos dejaba llevar a veces el volante y mi hermano era una fiera para conducir. Tanto es así que él y Julio Cordovez ( hijo) tenían unos volantes de madera y jugaban a conducir camiones. Aparcaban, tocaban la pita, metían la primera, la segunda, la tercera, la cuarta y el » croche». Pero un día, mi padre me dejó el volante a mi, y le largué » tal fuerte volantazo» que casi bajamos a unas plataneras en la Vegueta.
Mi padre me dijo: » dame el volante que toda madera no sirve pa trompo» y desde ese entonces, el único que podía llevar el volante del camion con toda precaución era mi hermano.
Una vez, esto fue en una camioneta pequeña ( no el camión) se le fueron los frenos justo por debajo de la casa de mi abuela y bajaron a un llano de plataneras. En un momento se juntaron allí decenas de personas. Siempre recuerdo que mi madre llevaba una caja de galletas gomeras y en medio de la crisis de nervios dejó las galletas detrás. Yo miré la caja y decía» mamà las galletas» » mamá las galletas». Y cuando abrí la caja estaban todas » esgorrifadas».
Del accidente salieron todos ilesos, pero mi madre se desorientó y en vez de subir pa la carretera se fue » rumbo» a los paredones de las plataneras y si no la sujetemos se va para el otro llano de plátanos. Recuerdo que a mi madre le dio una crisis de ansiedad pero, enseguida como por arte de magia aparecieron las calmosas tilas y las aguas de » hortelana». Hoy yo recordamos y nos reímos muchísimo.
Cuando mi padre emigró a Venezuela en el año 73, el principal problema era el camión. ¿Como haríamos con el camión?. Pero afortunadamente, mi padre que cuidaba más el camión que a él mismo lo vendió inmediatamente. Bueno, se lo quitaron de las manos.
Nosotros que emigramos dos años más tarde, cada vez que veíamos pasar el camión con su nuevo dueño lo mirábamos con tristeza, melancolía y cariño y nos acordábamos de nuestro padre que se había tenido que marchar a Venezuela.
Ese camión llegó a dar al mes, a principio de los 70 nada más y nada menos que 30.000 pesetas y mi padre decía: » ese dinero no lo gano yo ni en Santa Cruz».
El camión también transportó huevos. Mi padre también tuvo una pequeña granja de gallinas y se levantaba muy temprano para repartir todos los huevos que nosotros en la tarde ayudábamos a recoger.
Por eso, esta reflexión que le agradezco a Juan Luis Calero, a Juan Carlos Castañeda y a Radio Club el que me recordaran » que el que tiene un camión tiene la vida resuelta y no pasa hambre «, se la dedico al camión de mi padre. A ese camión marca OM de principios de los 70 que llegó a producir más de 30.000 pesetas al mes en esos años, allá en Vallehermoso.
Que grande fue mi padre, que trabajador, que grande fue ese camión que tantas alegrías nos dio.
Lo malo era que cuando mi padre trabajaba en «la telefónica » con el camión poniendo postes, sólo lo veíamos los sábados y domingos, porque trabajaba tanto que se tenía que quedar en Playa Santiago en la pensión de Casanova.
Un abrazo a todos.

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