El frío enorme que pasé en Cuba.
Mi reflexión de hoy.
Señoras y señores, que calor tan enorme ha hecho estos días pasados. El calor. Yo reconozco que soy más de un clima más frío. Aunque reconozco que el calor y el sol te lleva a otro estado de ánimo.
Pero hoy les voy a hablar del frío. Yo siempre contracorriente. Un calor enorme y yo vengo a hablarles hoy del frío.
El frío más grande que he pasado en mi vida lo pasé en la isla de Cuba. No se lo podrán creer pero fue espantoso. Y cuando les digo que terrible es que fue terrible. Y en Cuba que es tan calurosa y caribeña.
Fue hace años cuando estaba en el Gobierno de Canarias y en uno de los viajes de trabajo a Cuba para la atención de los canarios nativos allí que pasan bastantes estrecheces había que ir a Santiago de Cuba. Yo decidí que no tomaría el avión sino que me iría en tren desde la Habana. Son casi mil kilómetros de una punta a la otra de la isla y el tren tarda unas once horas porque se detiene en casi todas las provincias.
Pues allí me fui a la estación de La Habana a eso de las ocho de la tarde. Metí mi maleta en un compartimento que cerraban con llave, cogí mi libro y al tren me subí. Yo me imaginaba ver todo ese país desde la ventanilla del tren tipo» película romántica» viendo bohíos, palmeras reales, aves que vuelan, la luna del Caribe.
Cuando el tren llevaba como media hora. Empece a sentir un frío su se me calaba por mi cuerpo y me llegaba a los huesos.
Siguió avanzando el tren y yo sentía cada vez más frío. Ya empecé a flotar el cuerpo con las manos pero el frío continuaba en ascenso.
Cuando el tren pasó por Jaguay grande miré a la rejilla del aire acondicionado y salía como un » humo» blanco y no era otra cosa que » aire acondicionado». Yo ya empecé a tiritar y las palmeras reales parecían que se reían de mi, los bohíos ni me miraban, y las aves me miraban asombradas.
Cada vez que el tren arrancaba era como si el conductor se quisiera vengar de mi y que la manera de hacerlo era poner el aire acondicionado al mayor nivel.
Si caminaba por el tren las piernas me temblaban y decidí ponerle remedio a esta situación.
Cuando el tren llegó a Villa Clara, después de unas cuatro horas logré bajarme Allí y no continuar mi viaje. No podía resistir tanto frío y me sorprendía que el resto de la gente dormía, comía, y caminaba como si no pasara nada, hasta cantaban. Pero yo no podía continuar.
Pedí mi equipaje que fue un follón porque el mío estaba en el compartimento cerrado de Santiago de Cuba. Al final me lo entregaron y creo que incluso el tren se retrasó porque no contemplaban que un pasajero se bajara a la mitad del viaje. Cuando expliqué el motivo no daban crédito a mis palabras.
Eran como las dos de la mañana y a esa hora conseguí a alguien que me llevó a un hotel para poder » recuperarme».
Cuando llegué al hotel me acompañaron por cortesía a la habitación modesta y el joven me puso el bolso en la cama y me dice: » le voy a poner el aire acondicionado al máximo para que se enfríe la habitación». Yo lo miré y le contesté » ni se le ocurra poner el aire acondicionado, pero ni se le ocurra». El mozo cerró la puerta y me imagino que pensaría que estos españoles eran lo más raro del mundo.
Al siguiente día, pasé por la casa canaria de Villa Clara y se rieron tanto cuando les conté lo que me había pasado. Enseguida, me consiguieron un coche sin aire acondicionado ( jejejejeje) que me llevara los quinientos kilómetros que faltaban. El coche llegó porque un halo divino lo empujaba. Era un » lada» ruso de los años 60. Claro, a la media hora el calor era insoportable pero lo prefería.
Así que aunque vayamos a países donde nos imaginemos que el calor es agobiante, llevemos siempre una pieza de abrigo.
Es que, bien les gusta a los países del Caribe un » aire acondicionado» y como dicen en Venezuela » ponlo Full» yo creo que es como si se vacunaran para poderlo resistir.
Cuando me regresé de Santiago a la Habana de vuelta, lo hice en el tren. Pero ya parecía un esquimal todo forrado. El viaje de vuelta fue totalmente agradable.
Feliz domingo amigos y amigas.