Hoy confieso que tengo un vicio».

20 julio, 2015 at 8:34

Queridos Amigos y Amigas. 

Hay algo que no puedo evitar, creo que lo hago desde que tengo uso de razón y hoy quiero confesarlo ante ustedes, es algo que me es imposible evitar. Siempre me pasa cuando estoy solo y debo confesar que a veces me produce un enorme placer poder hacerlo, poder practicarlo, poder llegar a conseguirlo.

 Siempre, ese apetito voraz se me activa en el verano, siempre me sucede en esta estación del año cuando ese instinto se me pone “a flor de piel”.

Lo voy a reconocer después de haber meditado muchísimo hacerlo. “cuando estoy en la playa, oigo y escucho las conversaciones de los que tengo al lado”. Lo hago con premeditación. De ahí que debo reconocerlo.

 Reconozco que a veces me pongo los cascos, (uno solo) como haciendo que escucho música pero lo que estoy realmente escuchando es la conversación que tienen las dos chicas que están al lado mío y que hablan desde “el curro” hasta conversaciones de los novios.

Reconozco que me hago el dormido “boca abajo” y no estoy durmiendo. Estoy escuchando atentamente la conversación del matrimonio con su hijo donde el niño dice que después de la playa podían ir a McDonals con el “cabreo” de la madre y donde al final el padre cede y le promete que sí, que irán al restaurante de comida rápida de Las Caletillas.

 Yo reconozco que he simulado “leer un libro” y realmente he estado escuchando y husmeando la conversación de los tres colegas “Vigorexicos” que hablan de músculos, de dietas, de gimnasios, de cargas alimenticias, de bíceps, de tríceps. Creo que ellos mismos “de reojo” se observan día a día para ver si su “masa muscular” ha crecido.

 Reconozco que he mirado al horizonte casi en “estado de levitación “y lo que he estado haciendo es escuchando las conversaciones de los tres venezolanos que recuerdan su tierra amada. Siempre mis queridos venezolanos hablan con unos decibelios de más como si desearan que los demás escuchasen y estoy seguro que en el fondo es así. Como yo viví tanto tiempo en Venezuela no me sorprenden “las neveras” de playa y la música a cierto volumen. Con mis “casi paisanos” me lo paso genial escuchando y debo reconocer que sus conversaciones a veces me trasladan a Barquisimeto o a Cumaná.

Yo antes de poner mi toalla primero “husmeo” para ver en que sitio puedo disfrutar de “ese placer” que, entre el ruido del mar, se cuela en mis oídos que no es otro que “escuchar”.

  

 Creo que nos sucede un poco a todos. Por eso, es que quiero hacerlo constar como el que es ludópata que se prohíbe entrar en los bingos. Yo lo digo aquí para “cuando me vean llegar y tender la toalla” sepan y estén advertidos que “me encanta escuchar”.

Feliz verano.